Acompáñese con vino.

Acompáñese con vino.
by Jonathan Wolstenholme

domingo, 15 de septiembre de 2013

CUADERNOS 1957-1972. Fragmentos. E. M. Cioran



A continuación les presento algunos fragmentos que rescaté de mi investigación. Este libro no está, en su versión en español, en el ciberespacio. Tal vez por eso algunos de estas notas, aforismos y anécdotas les resulten "nuevas". La selección para el libro, edición Tusquets, es de Vereda von der Heyden-Rynsch y la traducción es de Carlos Manzano. Aquí he logrado rescatar unas notas que van, más o menos, de la página cien a la doscientos. Bon appétit!  

Todo lo bueno o malo que tengo, todo lo que soy, se lo debo a mi madre. Heredé sus males, su melancolía, sus contradicciones, todo. Físicamente, me parezco a ella punto por punto. Todo lo que ella era se agravó y exasperó en mí. Soy su éxito y su fracaso. [p. 112]

Me horrorizaría ejercer influencia alguna; sin embargo, me gustaría ser alguien… por mi ineficacia. Tumbar a las mentes, sí; dirigirlas, no. [p. 113]

El agua me parece inconcebible. Es como si la viese por primera vez y hubiese ignorado hasta ahora su existencia. Vuelvo a descubrir el universo, renazco todos los días. Con tal de que ese estado de revelación no oculte nada mórbido. ¿Puede semejante virginidad «metafísica» presagiar, a mi edad, nada bueno? El caso es que no ceso de sorprenderme ante la presencia de las cosas, ante su novedad, ante su carácter insólito, de algo nunca visto. ¿Un segundo nacimiento? O…  Estoy ante los elementos, los percibo como el día siguiente al de la Creación. [p. 113-114]

El escritor no debe expresar ideas, sino su ser, su naturaleza, lo que es y no lo que piensa. Sólo podemos hacer una obra verdadera, si sabemos ser nosotros mismos. [p. 115.]

Lo terrible en la música es que, después de escucharla, todo carece ya de sentido, pues nada, pero es que absolutamente nada, resiste la comparación, cuando salimos de sus «maravillas». A su lado, todo parece degradado, inútil. Comprendo que se pueda odiarla y que se sienta la tentación de asimilar sus maravillas a prestigios, su «absoluto» a un espejismo. Es que hay que reaccionar a toda costa contra ella, cuando se la ama demasiado. Nadie entendió su peligro mejor que Tolstói; lo denunció con vigor, sabía que podía hacer con él lo que quisiera. Y empezó a odiarla para no convertirse en su juguete. [p. 117.]

Sólo los hombres dominados por una gran ambición hacen grandes cosas, porque concentran toda su energía en un solo punto. Son obsesos incapaces de dispersión, de negligencia, de descaro.
… Yo soy un obseso que pertenece a la categoría de los distraídos. Ese es el secreto de mi ineficacia. [p. 119.]

Es triste decirlo, pero lo que queda de alguien, digamos de un escritor, es su obra. Nuestros restos no son nada, absolutamente nada. Trabajemos, pese a todo, ya que, además, no tenemos la fuerza de ánimo para querer desaparecer sin dejar rastro. Hacer un libro es una señal de abdicación metafísica. Abdiquemos. [p. 120.]

La cosa más grave, y también la más frecuente, no es matar, sino humillar. Tal vez sea eso la crueldad en el orden moral. La vemos precisamente en quienes han sido muy humillados. No pueden ni olvidar ni perdonar; sólo tienen una idea: humillar, a su vez. Son verdugos sutiles que saben ocultar su juego y se vengan sin que se pueda acusarlos de inhumanidad. [p. 121]

Si mis escritos no encuentran prácticamente eco, es porque no responden a las necesidades de mis contemporáneos. Son demasiado subjetivos, es decir, inoportunos. No sigo el movimiento, sólo pertenezco a la época por el frenesí. Además, no infundo la menor ilusión; ahora bien, los hombres no se agrupan en torno a un mensaje lúcido hasta la destrucción. [p.122]

El error más grave que puede cometer un escritor es el de proclamar que no lo aprecien en su justo valor.
Tenemos el derecho a quejarnos como hombres, pero no como escritores. [p. 126]

1 de mayo
Nada me exaspera tanto como leer a un filósofo o un crítico que te dice en cada página que su método es «revolucionario», que lo que dice es importante, que nunca se había dicho, etcétera, etcétera. ¡Como si no fuese el lector capaz de advertirlo por sus propios medios! Sin contar con que en una invención de la que se sea demasiado consiente hay cierta indecencia. La originalidad deben sentirla los otros, no uno mismo. [p. 128]

Puede haber felicidad en el apego, para la beatitud aparece sólo allí donde se ha roto todo apego. La beatitud no es compatible con este mundo. Es la que busca el monje, por ella destruye todos sus vínculos, por ella se destruye. [p.129]

…cada uno de nosotros hace lo contrario de lo que quería. Esa es la clave de cada destino, al tiempo que una ley de la historia. Hitler, que llegó en todo punto a la negación de lo que había proyectado, podría ser perfectamente el símbolo del hombre en general. [p.129]

El aburrimiento no es cómplice ni víctima de nada. Resulta de la distancia a que nos encontramos de toda cosa, del vicio intrínseco de toda cosa sentido como un mal a la vez subjetivo y objetivo. Así pues en sus operaciones no interviene clase alguna de ilusión; cumple las condiciones de una búsqueda. El aburrimiento es una investigación. [p. 129]

En mi juventud, en Rumania, el trastorno mental, el insomnio, las singularidades, la melancolía, el genio e incluso el talento, por significante que fuera, se explicaban invariablemente hora por la masturbación ora por la sífilis. En aquella época era tan fácil ser enfermo como psiquiatra. Unos y otros se lo tomaban con calma, era la época ideal, el antiguo régimen de los trastornados. [p.129]

Lo único que podría aliviarme sería atacar violentamente a éste o aquél. Pero esa escapatoria ya no me está permitida: sería infligir un mentís a todo lo que pienso y a todo lo que profeso. Mantenerme apartado ha llegado a ser, en efecto, mi norma de conducta, una cuestión de honor intelectual. [p.130.]

Mi escepticismo es el disfraz de mi neurastenia. [p.130].

Las cosas sólo tienen importancia con el presente; en cuanto pertenece al pasado, tiene toda la irrealidad de lo caduco. El bien y el mal son en la misma medida categorías del presente. El verdadero crimen es el reciente; cuando se evoca un perpetrado hace mucho tiempo, sería ridículo emitir un juicio oral sobre él. Con la distancia nada es ya bueno ni malo. Por eso el historiador que toma partido, que se pone a juzgar el pasado, reacciona como polemista: hace periodismo en otro siglo. [p.131]

La enfermedad es una realidad inmensa, la propiedad esencial de la vida, no sólo todo lo que vive, sino también todo lo que es, está expuesto a ella: la propia piedra está sujeta a ella. Sólo el vacío no está enfermo, pero para tener acceso a él hay que estarlo. Pues ninguna persona sana podría alcanzarlo. La salud espera a la enfermedad; sólo la enfermedad puede propiciar la negación saludable de sí misma. [p.133]

En mi texto sobre el suicidio, olvidé precisar que en mí el suicidio es una idea y no un impulso. Eso explica las contradicciones, las cobardías, los titubeos que este gran tema me inspira. [p.134]

Es muy acercada esa idea de Musil de que los filósofos son unos Gewalttäter  y que los grandes sistemas siempre han sido contemporáneos de regímenes tiránicos [p. 135]

14 de enero.
Domingo por la mañana: acabo de oír en el radio un sermón de los niños y la muerte, en el que citaban fragmentos de cartas sobretodo de niñas (de unos 10 años) enfermas, o palabras de niños a punto de morir, o niñas más bien, pues siempre se trataba de niñas. Al terminar, el cura casi sollozaba y yo eh estado a punto de llorar…
PS: pues he llorado. No conozco nada más desgarrador que las últimas palabras de un niño. Ese cura ha citado algunas que me han conmovido profundamente. Este tipo de patetismo es seguramente facilón, pero ¡qué importa!
Nunca olvidaré la emoción que sentí, hace mucho tiempo, cuando leí en Barrès la «anécdota» siguiente: un niño (7,8 años) enfermo se había encerrado en un completo mutismo. Lo velaba su padre. Un día el niño rompió el silencio sólo para decir estas palabras y qué palabras: «papá, me aburre morirme».[p.135-136]

Pensar por vocación o por oficio: en los dos casos, hay necesidad. La única diferencia es que una es interna y la otra es externa. En cantidad, esta ultima puede más con mucho que la primera: se le deben casi todas las luces y las invenciones secundarias. La escoria en una palabra, la casi totalidad del equipaje humano. [p. 136]

Todo lo que soy, lo poco que valgo, se lo debo a la extrema timidez de la adolescencia. Mi faceta Tonio Kröger [p. 136]

Mis dos virtudes, mis dos vicios: la indolencia y la violencia, la apatía y el grito, la lamentación y el cuchillo. [p. 136]

No hay que tragarse el despecho; al contrario hay que soltarlo: la única forma de deshacerse de él. Los médicos son los que almacenan bilis; hay que liberarse de ella, verterla en cualquier circunstancia. [p. 137]

Al contrario de lo que se piensa los sufrimientos te apegan a la vida: son nuestros sufrimientos, nos sentimos halagados de poder soportarlos, demuestra que somos personas y no espectros. Y tan virulento es el orgullo de sufrir que sólo lo supera el de haber sufrido. [p.139]

Aunque este bastante «blindado», no ceso de administrar todo lo que ocurre; voy de sorpresa en sorpresa, de consternación en consternación: ¿para qué me ha servido entonces mi escepticismo? Para asombrarme un poco más y comprender la inutilidad de mis asombros. [p.140]

Cuando nos lamentamos de algo siempre llevamos nuestro propio luto, siempre lloramos por nosotros… no por egoísmo, sino porque toda pena se alimenta de sí misma, de su propia sustancia. [p.140]

La lucidez sin ambición es pura y simplemente la nada. Para que una obra sea posible, para producir cualquier cosa, es necesario que una se apoye en la otra, que una luche contra la otra sin victoria.
La hipertrofia –o, mejor dicho, el vicio de la lucidez- destruye todos nuestros actos futuros. [p.140]

La desesperación que no desemboca en Dios, que no se topa con él, no es verdadera desesperación. La desesperación es casi que indistinta de la plegaria, es, en cualquier caso, el germen de todas las plegarias. [p.141]

Para que el desapego fuera posible, sería necesario que se aprendiese con el alfabeto y que supiéramos desde el principio que desear es trascender el deseo, vivir es colocarse por encima de la vida. [p. 141]

En todo el mundo, pero en particular, en Francia, todo está regulado por un principio de contagio; no se resiste a la moda, sea la que fuere, de lo que se trata es de estar al día. Esa manía es una causa de renovación. Al mismo tiempo que de frivolidad. Hay que encontrar en uno mismo un principio de cambio; todo lo que viene de fuera es insignificante. [p.143.] 

He combatido todas mis pasiones y he intentado seguir siendo escritor. Pero es una cosa casi imposible, pues un escritor sólo es en la medida en que salvaguarda y cultiva sus pasiones, las excita incluso y las exagera. Escribimos con nuestras impurezas, nuestros conflictos no resueltos, nuestros defectos, nuestros resentimientos, nuestros restos… adámicos. Somos escritores tan sólo porque no hemos vencido al hombre antiguo. ¿Qué digo? El escritor es el triunfo del hombre antiguo, de las viejas taras de la humanidad; es el hombre antes de la redención. Para el escritor, no ha llegado, efectivamente, el redentor o su acción redentora no ha dado resultado. El escritor se felicita del error de Adán y sólo prospera en la medida en la que cada uno de nosotros la renueva y la hace suya. La humanidad tarada en su esencia es la que constituye la materia de toda obra. Sólo crea a partir de la caída.  [p. 144]

Toda literatura comienza con himnos y acaba con ejercicios. [p. 144]

Mi única excusa: no he escrito nada que no haya surgido de un gran sufrimiento. Todos mis libros son resúmenes de duras pruebas y desconsuelos, quintaesencia de tormento y de hiel, son todos ellos un solo y mismo grito. [p.145.]

¿Por qué soy un fracasado? Porque he aspirado a la felicidad, a un gozo sobrehumano, y porque, al no poder alcanzarlo, me he unido en lo contrario, en una tristeza subhumana, animal, peor incluso, en una tristeza de insecto. He deseado el gozo que se saborea junto a los dioses y sólo he obtenido esta postración de termita. No sé qué pudo detenerme en el camino de la felicidad. Seguramente no estaba hecho para ella. Como siempre en mi caso, la predestinación lo explica todo. Me creía destina a llegar a ser un místico (¡como si se pudiera llegar a ser místico! místico es) … pero conviene decir que era propio de mi temperamento ser un escéptico –o, mejor dicho, un herético- del escepticismo. 
En el fondo el escepticismo está en las antípodas de la felicidad. Caí en la duda porque apunté demasiado alto. El escéptico es un místico fracasado. Se embarranca en la duda porque había dado por sentados sus fervores y, al verse abandonado por estos, ya sólo le quedaba la posibilidad de aferrarse a una doctrina que los denuncia, impugna su valor y los reduce a arranques de humor, superficiales y sin dimensión metafísica. Caprichos o alteraciones de la psique. El escepticismo es un autocastigo: es que el escéptico no puede, efectivamente, perdonarse por haberse detenido en el camino. Y se venga contra lo que ha perseguido, incrimina el ideal que no ha podido alcanzar, lo rebaja y lo ridiculiza, se golpea a sí mismo mediante su sueño más antiguo y más caro. [p.147-148]

«Toda la filosofía no vale una hora de dolor» 
Desde mi época de insomnios he hecho inconscientemente esta afirmación de Pascal, siempre que he leído o releído a un filósofo. [p. 148]

Me lancé al escepticismo como otros al desenfreno o a la ascencis. [p.150.]

La duda, como la fe, es una necesidad. El escepticismo es tan inquebrantable y duradero como la religión. A saber si no habrá de tener una carrera más larga que ella. 
Para el escéptico, la duda es una servidumbre, su servidumbre. Sucumbiría si se viera obligado a renunciar a ella. Por eso, no puede prescindir de ella.
El escéptico caería en una postración completa, si le quitaran las razones para dudar. [p. 151]

En el infierno, se puede todavía abrigar esperanzas pero en el paraíso ya no hay lugar para la esperanza ni para nada. Por eso, nada hay tan desmoralizador como el ideal realizado. [p. 152]

La experiencia fundamental que he tenido aquí abajo es la del vacío: el vacío de todos los días, el vacío de la eternidad. Sin embargo, gracias a ella he vislumbrado estados que harían palidecer de envidia al místico más puro o más furioso. [p. 152]

Siempre que he empezado a dudar de mis previsiones siniestras, la historia ha venido a conformármelas y a devolverme, así, la confianza. 
Lo peor ocurre siempre sí, pero no en la fecha en que lo habíamos previsto. Por término medio, me he equivocado en diez años en mis profecías.
Toda previsión, incluso la más siniestra, se realiza, a condición de tener la paciencia de esperar un siglo. [p. 153]

No se trata de trabajar, sino de ser. Eso es lo que olvidan los escritores, porque les conviene olvidarlo. [p. 153]

Esta mañana, en la cama, he pensado en la gran suerte que he tenido de no haber sido devorado por la sed de poder. A decir verdad, esa sed la conocí en mi juventud. Pero tengo el merito de haberla vencido. En ese plano al menos puedo hablar de progreso. [p. 155]

Los libros de historia invitan al cinismo, tanto como los de biología y más. [p. 156]

El hombre ha nacido de una voluntad de superación y se ha convertido en locura de superación. Superarse, superarse siempre, esa es su manía, su enfermedad. Si hubiera sabido permanecer en sí, no cruzar los límites de su ser, vivir en su fondo, en su capital, en lugar de extenderse y querer amasar y conquistar, ¡qué criatura admirable no sería! [p. 156]

5 de noviembre.
Si por milagro desapareciera el miedo a la muerte, la «vida» ya no tendría medio de defensa alguno: estaría a merced de nuestro primer capricho. Por tanto, perdería todo valor y tal vez todo significado. Los sabios, al recomendarnos con tanta insistencia que nos liberemos del miedo, no saben lo que hacen. Ignoran que son destructores. [p. 156]

A lo largo de los siglos, el hombre se ha agotado creyendo. ¡Ha dedicado tan poco tiempo a dudar! Ha pasado de creencia en creencia, de una convicción a otra, y sus dudas han sido tan solo los breves intervalos entre sus entusiasmos. A decir verdad, no eran dudas, sino pausas, momentos de descanso, consecutivos a las fatigas de la fe, de toda fe. [p. 157]

La necesidad física de algo supremo, digamos de Dios, sólo aparece en verdad en la desolación. Esencia del abandono. Sólo nos vemos abandonados realmente por Dios. Los hombres sólo pueden dejarnos.
Un creyente que ha perdido la fe: la «gracia» podría con razón acusar a Dios de traición. [p. 158]

Sartre ha conseguido escribir bien al estilo de Heidegger, pero no al estilo de Céline. La falsificación es más fácil en filosofía que en literatura. Ese ambicioso que se imaginaba que bastaba con querer para tener talento ni siquiera ha logrado dar la ilusión de la «profundidad»: cosa muy fácil para todo filósofo que hace una incursión en las letras. [p. 159]

Lo que importa es que al optar por mi forma de vida, por mi «solución», no he tenido ni por un segundo la sensación de que quisiera justificarme, excusarme; al contrario, lo creía y sigo creyéndolo en este momento; mi punto de vista es el único que se puede defender en lo absoluto. [p. 160]

A veces pienso que he llegado a los límites de la conciencia, es decir, que ya nada inconsciente ni instintivo queda en mí, que no sólo soy el que se ve, sino también el que ha agotado el fenómeno de verse y que, por tanto, ya no tiene reserva alguna de existencia que le permita desdoblarse, contemplar la existencia y contemplarse contemplándola. [p.161]

El acto supremo de la vida espiritual es la renuncia. Tener bienes es grave, pero lo que es mil veces peor es estar apegado a ello. Pues el apego, como tal, es la causa de todos los males y el desapego la causa de todos los bienes verdaderos. [p. 161]

Mi escepticismo, la larga practica que tengo de él, ha acabado embotando mis garras. Demasiado tiempo tras los barrotes, la fiera no se digna – o ya no puede- precipitarse sobre nadie; el escepticismo es la jaula del filósofo, que pierde en él sus instintos; después, está libre, claro está, más libre que cualquiera pero su libertad ya no le sirve para nada. Está libre en un desierto. 
¿El escepticismo? Una libertad total e inutilizable. [p. 162]

Un ejército que avanza no tiene la sensación ni el presentimiento siquiera de la derrota. La humanidad se arrastra hacia adelante y cree que va hacia la victoria. A dónde va realmente sólo lo adivinan los que se han retirado del avance, que adivina su resultado. La verdad sólo se revela al rechazado, a quien nunca firmará un boletín de victoria. [p. 162]

El drama de la curiosidad (Adán), del deseo (Eva), de la envidia (Caín): así comenzó la historia, así continúa y así acabará. [p.164]

La envidia es el sentimiento más natural, el más universal también, ya que los propios santos se envidiaron entre sí. 
Dos hombres que hacen la misma cosa son enemigos virtuales.
Un escritor puede admirar sinceramente a un torero, pero no a un colega. [p. 164]

La verdad no está ni en la reacción ni en la revolución. Radica en la apuesta en entredicho de la sociedad y de quienes la atacan. [p. 164]

¿Qué es un escritor sino alguien que lo exagera todo por temperamento, que concede una importancia indebida a todo lo que le ocurre, que por instinto exaspera sus sensaciones? Si sintiera las cosas como son, y sólo reaccionara ante ellas en proporción a su valor… «objetivo», no podría preferir nada y, por tanto, profundizar en nada. 
A fuerza de desnaturalizarlo todo es como se alcanza la verdad. [p. 165]

Lo que se llama experiencia no es otra cosa que la decepción consecutiva a una causa por la que nos hemos apasionado durante un tiempo. Cuanto mayor haya sido el entusiasmo, mayor será la decepción. Tener experiencia significa expiar los entusiasmos. 
Yo no habría entendido nada de la vida, si no hubiera abrazado tonta, febrilmente, algunas causas que ahora, cuando lo pienso, me hacen enrojecer. Pero debo a esas vergüenzas, a esos «remordimientos», la poca sabiduría que he adquirido. [p. 165]

No hay que confundir brillantez con talento. La mayoría de las veces, la brillantez es lo propio del falso genio. Por otro lado, sin ella, sólo hay aburrimiento. Pues ella es la que infunde mordacidad a las verdades y, naturalmente, a los errores. [p. 165-166]

Habría que habituarse a que no se gana nada con vivir ni, por los demás, con morir. A partir de esa certeza, podríamos organizar decentemente nuestra existencia. [p.166]

Hay que humillar al hombre. Los peligros resultantes son muchos menores que los que suscita su arrogancia. 
Un animal naturalmente arrogante: la única forma de hacerlo entrar en razón es mostrarle con qué lodo está amasado. 
Pero no se deben subestimar los peligros de la humillación. [p. 166]

Una obra no cuenta, no existe, salvo si se ha preparado en la sombra tan minuciosamente como un golpe por un bandido. En los dos casos, lo que importa es la cantidad de atención. [p. 167]

Ya no acepto nada de oficio. Casi por doquier valores dudosos, falsos. El de aquí abajo es el reino de lo inesencial. [p. 168]

Toda la influencia que sufrimos, si se prolonga demasiado, resulta esterilizante y nefasta. El odio del discípulo contra el maestro es señal de salud. Sólo se llega a ser uno mismo mediante el rechazo de las influencias, a condición, naturalmente, de que ese rechazo sea el efecto de una exigencia profunda, de una llamada interior, y no de la fatiga o la insolencia (como ocurre en casi todas emancipaciones literarias o filosóficas.)
«Me has enseñado demasiadas cosas, nunca te lo perdonaré», murmura el discípulo al ver alejarse al maestro. Sufrir una influencia es admitir que otro trabaja para nosotros. [p. 169]

Decepción «sin motivo», sin consciencia de desgracia, sin ningún sentimiento de decadencia – desesperación pura- y de nuevo la certidumbre –en modo alguno triste- de que el suicidio es la única salida, el único consuelo, la puerta, la gran puerta. Pasar al otro lado eludiendo a la muerte.
La desesperación no me deprime, me eleva. La desesperación es distinta del desconsuelo, es llama, una llama que atraviesa la sangre. [p.170]

No sólo llevo una vida marginal, sino, además, soy marginal como persona. Vivo en la periferia de la especie y no sé con quién ni a qué afiliarme. [p. 171]

Hoy he meditado sobre la Gita y esta noche he buscado una tasca que tuviera un aparato de música para escuchar la canción de moda y que me gusta bastante, debo decirlo: those where the days de Mary Hompkings. [p.171]

Si queremos ser, tenemos que hacer el vacío a nuestro alrededor. Cultivemos, pues, ese vacío, agrandemoslo, sustituyamos todo lo que es por él. p. 171

La utopía corresponde al infantilismo. Entraña un procedimiento mental que me da nauseas. Nada es más contrario a mi naturaleza, a mis ideas, a mis sensaciones, lo que no me impide reconocer que representa una constante del espíritu humano y que el hombre no puede prescindir de divagaciones utópicas, si quiere actuar, enseñar, predicar, ectétera. No se puede agitar la sociedad de las máximas de La Rochefoucauld. [p.173]

No cabe duda de que la vida carece de sentido. Pero mientras eres joven, no tiene la menor importancia. No ocurre lo mismo a partir de cierta edad. Entonces empiezas a preocuparte. La inquietud se convierte en problemas y los viejos, que ya nada tienen que hacer se dedican a él, sin tener tiempo ni capacidad para resolverlo. Eso explica porqué no se matan en masa, como debiera hacerlo, si estuvieran un poquito menos absortos. [p. 174]

Mi misión es la de sacar a la gente de su sueño eterno, aún sabiendo que cometo un crimen y que valdría mil veces más dejarlos perseverar en él, ya que además cuando despiertan nada tengo que proponerles. [p. 174]

No he escrito con sangre, he escrito con todas las lágrimas que nunca he derramado. Aún cuando fuera lógico, seguiría siendo elegíaco. La exclusión del paraíso la vivo todos los días, con la misma pasión y el mismo pesar que el primer desterrado. [p. 175]

Desde que existo mi único y exclusivo problema ha sido el siguiente: ¿cómo dejar de sufrir? Sólo he podido resolverlo por escapatorias, es decir que no lo he resuelto en absoluto. 
Seguramente he sufrido mucho por diversas dolencias, pero la razón esencial de mis tormentos se ha debido al ser, al ser mismo, al puro hecho de existir, y por eso no hay sosiego para mí. He vivido en la nostalgia del premundo, en la embriagues anterior a la creación, en el éxtasis puro de todo, he sido contemporáneo de Dios, que conversa consigo mismo sumido en su propio abismo, en la felicidad de antes de la luz, de antes de la palabra. [p. 175]

Libradnos del Psicoanalisis y después nos libraremos de los males de los que habla. [p. 176]

Lo que es seguro es que todo es engaño. Una vez establecida esa certidumbre, nada está resuelto. Acaban de comenzar los verdaderos problemas. Y, sin embargo, con rigor estricto, no debería haber problemas, verdaderos ni falsos, después de la comprobación del engaño universal. Pero el ser sobrevive al rigor. Es incluso su carácter esencial, la definición misma del ser. El ser es lo increíble en estado permanente. [p. 176-177]

La vida es extraordinaria, en el sentido en el que el acto sexual lo es: durante y no después. En cuanto nos salimos de la vida y la miramos desde afuera, todo se hunde, todo parece engaño, como después de la hazaña sexual.
Todo placer es extraordinario e irreal y lo mismo ocurre con todo acto de vida. [p. 178]

No son los pesimistas, sino los decepcionados, los que escriben bien. [p. 179]

He puesto en mis libros lo peor de mí mismo. Por fortuna, porque, sino, ¡qué cantidad de venenos no habría acumulado! Mis libros rebosan con mis malos humores, mis rencores… pero tal vez fuera necesario, porque, sino, no habría podido salvaguardar cierta apariencia de equilibrio, de «razón». Hablo sobre todo de mis escritos rumanos, en los que el delirio es omnipresente. [p. 179]

Me reprochan ciertas páginas de Schimbarea La fata  ¡Libro escrito escrito hace treinta y cinco años! Tenía veintitrés años y estaba más loco que nadie. Ayer hojee ese libro, me pareció que lo había escrito en una vida anterior; en cualquier caso, mi yo actual no se reconoce en el autor. 
Así se ve hasta qué punto es inextricable el problema de la responsabilidad.
¡La de cosas en las que pude creer en mi juventud! [p. 180]

Acabo de encontrarme con Goldmann en casa de Gabriel Marcel, después hemos ido paseando y luego hemos entrado en un café. Me ha acompañado hasta mi casa. Es un hombre que no carece de encanto. Durante veinte años me ha creado fama de antisemita y enormes problemas. En una hora nos hemos hecho amigos. ¡Qué curiosa es la vida! [p. 180]

Me gusta el campo… y vivo en una metrópolis; me horroriza el estilo y cuido mis frases; soy un escéptico empedernido… y leo principalmente a los místicos… y así podría seguir indefinidamente. [p.180]

Hago mal en quejarme de mis compatriotas y de sus preguntas indiscretas, pues tienen sus ventajas: te provocan, te irritan, te conmueven, te… te causan el mismo efecto que ciertos procedimientos brutales empleados en el zen para suscitar el satori. ¿Por qué no habría una gilipollez desencadenar una iluminación? Equivale perfectamente a un puñetazo en plena cara. [p.181-182]

La metafísica, con mayor razón, la teología son antropormofismo escandaloso. Una y otra se reducen a una suprema coquetería del hombre, en éxtasis ante su propio genio. En cuanto se echa un vistazo a sus divagaciones, no queda ni una que escape al ridículo. [p. 182.183]

Lo que debo a la Iron Guard. Las consecuencias que hube de sacar de un simple arrebato juvenil fueron y son tan desproporcionadas que desde entonces me ha resultado imposible erigirme en adalid de una causa aunque fuera inofensiva o noble o sabe dios qué.
Es bueno haber pagado muy cara una locura de juventud; después, te evitas más de una decepción. [p. 184]

Intentar extraer la esencia de cada día y, a ser posible, de cada hora, como si tuviera el tiempo contado. Y… lo tengo yo y todo el mundo. Pero no pensamos bastante en ello y así perdemos el tiempo, lo dejamos pasar sin intentar retener su sustancia si es que la tiene. [p. 184]

reírse burlonamente o rezar: todo lo demás es accesorio. [p.185]

Lo he consignado con frecuencia en estos cuardernos y lo he escrito incluso en mis libros, pero vuelvo a abordarlo, porque es absolutamente cierto. Una desgracia predicha, cuando por fin se produce, es diez, cien, veces más dura de soportar que una que no nos esperábamos. Es que durante toda la dirección de nuestras aprensiones la hemos vivido por adelanto y, cuando surge, al sumarse esos tormentos anteriores a los del presente, forman juntos una masa, de un peso intolerable. [p.186]

Sólo hay un problema: el de la muerte. Debatir sobre otra cosa es perder el tiempo, es dar muestras de una futilidad increíble.
… Eso es lo que las religiones han comprendido perfectamente. A eso se debe su superioridad sobre la filosofía. [p. 186]

El origen de todas nuestras servidumbres radica en el apego. Cuando más queremos ser libres, menos nos vinculamos con las personas y con las cosas. Pero, una vez vinculados, ¡qué drama es deshacernos de ellas! Comenzamos a vivir creándonos vínculos; cuando más avanzamos más fuertes se vuelven. Llega un momento en que comprendemos que representan otras tantas cadenas, que es demasiado tarde para sacudirlas, pues estamos demasiado habituados a ellas. [p.186-187]

Superar la vida en el centro, en el cogollo de la muerte, y la muerte. 
Un agonizante llorando de alegría: Bach es eso con frecuencia. [p. 188]

13 de mayo.
Los «malos deseos», los vicios, las pasiones dudosas y condenables, el gusto por el lujo, la envidia, la emulación siniestra, etcétera, son los que mueven a la sociedad, ¿qué digo? Los que hacen posible la existencia, la «vida». [p. 188-189]

El budismo no es «pesimista». El budismo es la serenidad consecutiva a una liquidación general… la beatitud de la no posesión. [p. 189]

La cosa más difícil es tener una experiencia filosófica profunda y formularla sin recurrir a la jerga de escuela, que representa una solución de facilidad, escamoteo y casi una impostura. [p. 189]

Hace veinticinco años, el poema que fue un acontecimiento para mí fue The Garden of love, de Blake.
Veía  en él el tipo de desengaño conforme a mi corazón. [p.190]

Lo que no funciona en la Historia es que está escrita por profesores, personas pacíficas que describen vidas tumultuosas. Por una parte, cuando personas de mentalidad activa, militante, se transforman en historiadores, son incapaces de respetar la verdad o simplemente de encaminarse hacia ella. [p. 191]

La duda es el comienzo y tal vez el fin de la filosofía. Carneades, es su celebre embajada a Roma habló una primera vez en pro de la idea de justicia… y el día siguiente contra ella. Aquél día hizo su aparición la filosofía, hasta entonces inexistente en aquel país de costumbres rudas y sanas. ¿Cuál es esa filosofía? El gusano en la fruta.
La filosofía, al menos en sus intenciones, no socava las virtudes, quiere preservarlas incluso, pero, en realidad, las debilita; más aún: sólo pueden hacer si empiezan a vacilar. Y la filosofía les asienta, a su pesar, un golpe fatal a la larga. [p. 193]

Los estoicos tienen razón en teoría. En la práctica, todo juega contra ellos. De la mañana a la noche, no hacemos otra cosa que tomar posición a favor o en contra de cosas sobre las que podemos hacer; la «vida» es eso, es un intento demencial de salir de nuestra impotencia; la «vida» es la carrera a un tiempo querida e inevitable hacia (…acaba de sonar el teléfono y he olvidado lo que quería decir) [p. 194]

16 de junio.
El insomne es por necesidad un teórico del suicidio. [p. 195]

El otoño es mucho más demostrativo que un cementerio. El otoño en un cementerio es casi una redundancia. 
Todo está destina a caer. Ese es incluso el sentido profundo del tiempo. [p. 197]

Nietzsche es sin lugar a dudas el mayor estilista alemán. En un país en el que los filósofos escribían tan mal, debían hacer por reacción un genio del verbo, que no existe en un pueblo enamorado del lenguaje como el francés. Pues en Francia no existe el equivalente de un Nietzsche… en el plano de la expresión, quiero decir de la intensidad de la expresión. [p. 198]

La ironía es la muerte de la metafísica. [p. 198]

Mi vida «intelectual» comenzó con mi fe en mi misión (la época de la schibarea la fata.) A los veintitrés años yo era profeta y después se asentó esa fe y de año en año he asistido al ocaso de mi creencia en una misión que desempeñar, en una influencia que ejercer.
Me tomó mucho (?) que el escéptico que hay en mí sea quien se salga con la suya en última instancia. Con la edad me he vuelto modesto, es decir, cada vez más normal. Ahora bien, un hombre mínimamente equivocado no puede arrogarse ni creer con fervor en sí mismo. Cuando pienso que en 1936 (?) vivía en Munich con tal intensidad, mi fiebre me daba tal confianza en mí mismo que llegué a pensar que una nueva religión iba a surgir en los Balcanes. Una confianza que me aterraba, pues no creía que pudiera soportar semejante tensión por mucho tiempo más (he seguido el trayecto opuesto exactamente al de Nietzsche. Comencé con… Ecce homo. Pues eso es peculmile disperanii: un desafío lanzado al mundo. Ahora todo desafío me parece demasiado infantil y soy demasiado escéptico para lanzarlo). [p. 199-200]

25 de noviembre.
Sólo una cosa cuenta: seguir nuestra naturaleza, hacer lo que estamos destinados a hacer, no ser indignos de nosotros mismos.
Toda mi vida, por miedo a traicionarme, he rechazado todas las oportunidades que me han ofrecido. Por eso mi primera reacción ante el éxito es la de retroceder. [p. 200-201]



2 comentarios:

  1. El testamento inmerecido de un pendolista, quien al buscar evitar el sufrimiento, alejado del mundo, ha logrado representar la escena y el ser en la moderna condición, y la de un humano producto de sus sueños, utópico, arrogante, que camina hacia un abismo de dolor.

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