Acompáñese con vino.

Acompáñese con vino.
by Jonathan Wolstenholme

lunes, 10 de febrero de 2014

TEXTOS PARA NADA. Samuel Beckett

Abandonar, pero si todo está abandonado, no es reciente, yo no soy reciente. Hubo pues algo una vez. Hay que creer que sí, pero saber que no, nunca nada, sólo el abandono. Por haber dicho abandonar decimos abandono, sin pensarlo. Pero pongamos que no, es decir pongamos que sí, que hubo algo una vez, en una cabeza, en un corazón, entre unas manos, antes que todo se haya abierto, vaciado, cerrado, fijado. Henos aquí tranquilos, habiendo tenido calor y en situación de continuar, una vez más. Pero no es el silencio. No, esto habla, en alguna parte se habla. Para no decir nada, de acuerdo, pero ¿es suficiente, para que signifique algo? Ya veo, la cabeza está retrasada, con relación al resto, y su ano es la boca, o bien sigue sola, sola sus antiguos vagabundeos, cagando su vieja mierda, y volviendo a tragársela, cogiéndola con los labios, como en los tiempos en que se creía una belleza. Sólo que el corazón ya no participa, ni el apetito. Y ya está, ya está, sin superchería, en mi haber este viejo pasado, nunca igual, pero acabado para siempre, acabando para siempre, y todo lo que implica, de promesas para mañana, y de consuelo para lo inmediato. Y de nuevo estoy en buenas manos, me cogen la cabeza, por detrás, curioso detalle, como en la peluquería, y con el índice me cierran los ojos, y con el dedo corazón las narices, y con los pulgares los oídos, pero mal, para que oiga, pero mal, y con los cuatro dedos restantes maniobran mandíbulas y lengua, para que me ahogue, pero mal, y diga, para mi bien, lo que debo decir, para mi bien futuro, ya me lo sé, y especialmente en este momento que no es más que un mal momento por pasar, un momento de descanso, que sin ellas hubiera podido serme fatal, y que un día sabré de nuevo haber sido, y más o menos quién, y cómo seguir, y hablar solo, amablemente, de mi menda, y sus pálidos semejantes. Y quizá, pues aún no debo ser demasiado afirmativo, no iría a favor mío, otros dedos, quizás otros dedos aún, otros tentáculos, ya está, otras buenas ventosas, pero no nos interrumpamos por tan poco, consignen mis declaraciones, para que al término del interminable delirio, si alguna vez vuelve a empezar, no me exponga al reproche de haber conocido un desfallecimiento. Esto no marcha, no marcha, pero marcha, algo es algo. Y al lado, quizás al lado y alrededor se frotan otras almas, caídas en síncope, almas enfermas, de haber servido demasiado, o de no haber podido servir, pero aptas todavía al servicio, o decididamente para tirar, pálidos reflejos de la mía. O bien por fin es el lugar y la hora de nuestra puesta en cuerpo, como se ponen los cuerpos en tierra, a la hora de su muerte, por fin, y allí mismo donde mueren, para no añadir gastos, o de un nuevo destino, de almas de niños muertos, o muertas antes que el cuerpo, o de almas siempre jóvenes, en medio de los escombros, o no habiendo vivido, no habiendo sabido vivir, por una razón o por otra, o de almas inmortales, también deben encontrarse, habiéndose equivocado siempre de cuerpo, pero que el auténtico espera, en medio de las nubes por nacer, al auténtico cuerpo sepulcral, pues los vivos ya están servidos. No, nada de almas, nada de cuerpos, ni de nacimiento, ni de vida, ni de muerte, hay que continuar sin nada de todo eso, todo eso está muerto por las palabras, todo es demasiadas palabras, no saben decir otra cosa, dicen que no hay otra cosa, que aquí no es otra cosa, pero ya no lo dirán, no lo dirán siempre, encontrarán otra cosa, no importa qué, y podré continuar, no podré pararme, o podré empezar, una falsedad calentita, que me servirá un tiempo, que me servirá de un tiempo, que me servirá de un lugar, y de una voz, y de un silencio, de una voz de silencio, la voz de mi silencio. Es con tales perspectivas que quieren hacernos esperar con paciencia, cuando estamos pacientes, y tranquilos, en alguna parte estamos tranquilos, qué tranquilidad hay aquí, vaya, voy a decirlo, la tranquilidad de aquí, y qué bien estoy, qué silencioso, voy a empezar, la tranquilidad y el silencio, nunca rotos por nada, que nunca nada romperá, que al decir no romperé, o al decir tener que decir, diré todo esto mañana por la noche, sí, mañana por la noche, en fin, otra noche, no esta noche, esta noche es demasiado tarde, para hacer algo bueno, voy a dormir, para poder decirme, oírme decir, un poco más tarde, He dormido, ha dormido, pero no habrá dormido, o entonces es que duerme, no habrá hecho nada, sólo continuar, haciendo el qué, haciendo lo que hace, sin parar, es decir, no sé, abandonando, habré continuado, abandonando, sin haber tenido nada, sin haber estado.

— Samuel Beckett, Relatos. Tradu. Félix de Azúa, Ana María Moix y Jenaro Talens. Tusquets: México, 2009., pp. 9-29 

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