Acompáñese con vino.

Acompáñese con vino.
by Jonathan Wolstenholme

sábado, 21 de febrero de 2015

SOY LO QUE HAGO —POR ESO ESTOY AQUÍ. Ray Bradbury



a Gerard Manley Hopkins

Soy lo que hago; por eso estoy aquí.
¡Soy lo que hago!
¡Para eso vine al mundo!
Así decía Gerard;
el amable Manley Hopkins.
En prosa y en poesía vio el Destino
señalado en los genes, para soltarlo luego, libre
entre los caracteres eléctricos impresos en la sangre.
¡Llevas la huella del pulgar de Dios!, decía.
¡En la hora en que te alumbran:
Él te toca la frente y te estampa en el ceño,
los símbolos y riscos de su Alma!
Pero en la misma hora, nacido ya y gritando
los atónitos pronunciamientos del que viene al mundo,
reflejado en los ojos de la partera, la madre y el
médico
ves que el Pulgar se desvanece y se rasga en carne,
para que, perdido, borrado, apliques una vida a
buscar
y cavar, buscando las instrucciones allí puestas
cuando Dios hizo el circuito, e imprimiéndolo
exclamó:
«¡Adelante! ¡Haz eso! ¡Y algo más!
¡He aquí tu identidad! ¡Sé esto!
¡¿Pero qué ocurre?!, gritas tú a voz en cuello,
¿acaso no hay descanso? No, sólo un viaje hacia ti
mismo.
Y aun después, desaparecida la Huella, con un
rumor de caracol
que se extingue en suspiro, unas últimas palabras te
envían al mundo:
«No eres la madre, ni el padre ni el abuelo.
No seas otro. Sé lo que Yo te rubriqué en la sangre.
Puse en tu carne un enjambre de ti. Búscalo.
Y al encontrarlo, sé lo que no puede ser ningún otro.
Te dejo dones del Destino más oculto; no busques
uno ajeno,
pues entonces no habrá tumba en donde quepa tu
aflicción
ni distancia suficiente para ocultar tu pérdida.
Yo circunnavego cada una de tus células,
tu menor molécula es verdadera y justa.
Busca allí destinos indelebles, excelentes
y raros.
Diez mil futuros se reparten tu sangre a cada
instante;
cada gota es para ti un gemelo eléctrico, un clon.
En la más leve línea de una mano pueden leerse
réplicas
de lo que yo he planeado,
y he sabido
antes de que nacieras, y te oculté en el corazón.
No hay parte tuya que no cobije, mantenga y esconda
lo que serás si la fe dura.
Eres lo que haces. Para eso te di a luz.
Acata. Sé sólo aquello que es francamente tú mismo
en esta Tierra.»

Querido Hopkins. Amable Manley. Raro Gerard.
Hermoso nombre.
Somos lo que hacemos. Debido a ti. Para eso hemos
venido.

— Ray Bradbury, Zen en el arte de escribir, trad. Marcelo Cohen (Barcelona: Ediciones Minotauro, 1995) 131-132 pp.

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