Acompáñese con vino.

Acompáñese con vino.
by Jonathan Wolstenholme

lunes, 25 de agosto de 2014

EL CASO CURLEY. Henry Miller


Casi daba vergüenza lo que Curley le obligaba a hacer. Se complacía humillándola. Apenas podía yo censurárselo, pues era una tía increíblemente estirada y gazmoña, cuando iba vestida con su ropa de salir. Casi hubiera uno jurado que no tenía coño, por la forma como se comportaba en la calle. Naturalmente, cuando él estaba a solas con ella, le hacía pagar sus modales presuntuosos. Lo hacía a sangre fría. «¡Sácala!», decía abriéndose un poco la bragueta. «¡Sácala con la lengua!» (Se la tenía jurada a toda la pandilla, porque, según decía, se lo mamaban una a la otra a su espalda.) El caso es que, una vez que sentía su sabor en la boca, se podía hacer con ella lo que se quisiera. A veces la hacía ponerse sobre las manos y la empujaba así por toda la habitación, como una carretilla. O bien lo hacía como los perros, y, mientras ella gemía y se retorcía, él encendía un cigarrillo, indiferente, y le echaba el humo entre las piernas.
     En cierta ocasión le jugó una mala pasada haciéndolo de ese modo. La había magreado hasta tal punto, que ella estaba fuera de sí. El caso es que, después de casi haberle sacado brillo al culo a fuerza de barrenarla por detrás, se retiró por un segundo, como para refrescarse la picha, y entonces, muy lenta y suavemente, le introdujo una zanahoria gorda y larga por el chocho. «Esto, señorita Abercrombie», dijo, «es una especie de doble de mi picha normal», y acto seguido se separó y se subió los pantalones. La prima Abercrombie había quedado tan pasmada ante todo aquello, que se tiró un pedo tremendo y la zanahoria salió disparada. Al menos, así fue como lo contó Curley. Indudablemente, era un mentiroso rematado, y puede que no haya ni pizca de verdad en el relato, pero no se puede negar que tenía una habilidad especial para esa clase de bromas. Por lo que se refiere a la señorita Abercrombie y sus modales elegantes, pues... con un coño así siempre se puede imaginar lo peor.

— Henry Miller, Trópico de Capricornio. Trad. Carlos Manzano. Gandhi: México, 2011., p. 227

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