[...]acompañar el más delicado estremecimiento del alma
con una tensión premeditada;
estar lúcido en la disolución interior;
vigilar la fascinación musical;
estar triste con método;
leer la Biblia con interés político,
y a los poetas
para verificar la propia resistencia;
servirse de las nostalgias
para los pensamientos o hechos;
robárselas al alma;
crearse un centro exterior:
un país, un paisaje,
ligar los pensamientos al espacio;
mantener artificialmente el odio contra lo que sea:
contra una nación, una ciudad,
un individuo, un recuerdo;
amar la fuerza después del sueño:
ser brutal
después de lo que es puro y sublime;
aprender una táctica del alma;
conquistar los estados de ánimo;
no aprender nada de los hombres;
solamente la naturaleza es dueña de la duda;
anular el miedo con el movimiento;
con la fuga; cuando nos paramos,
las cosas callan y la nada nos llama;
hacer de la quimera un sistema [...]
— E. M. Cioran, El libro de las quimeras. Trad. Joaquín Garrigós. Tusquets: México DF, 2013., p. 166-167
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