Acompáñese con vino.

Acompáñese con vino.
by Jonathan Wolstenholme

domingo, 16 de febrero de 2014

SOBRE LA ESCRITURA. Pedro Juan Gutiérrez


Mientras leía de ese modo arbitrario y desesperado fui comprendiendo que escribir es un oficio diabólico. Al menos escribir del modo en que me interesaba. Hay que sacar fuera la rabia y la locura, pero de un modo natural, que no parezca literatura. Todo tiene que parecer espontáneo. Hay que construir un universo propio y después esconder el andamiaje. El lector tiene que convencerse de que el libro está escrito sin esfuerzo alguno, como corren las gacelas. Ése era mi ideal. Una gacela corre como si no tuviera músculos y como si no se cansara. Parece que vuela mágicamente. 
     Poco después, a los dieciocho años, ya tenía muy claro que mi escritura no sería para agradar y entretener. Nunca haría pasar un buen rato a gente correcta, timorata y aburrida. Todo lo contrario. Con mis libros la pasarían mal porque les haría temblar toda su corrección y sus buenas maneras. Me odiarían.
     Yo quería conjurar al demonio y escribir de todo lo que la gente oculta. Todos quieren ser agradables, cultos y precavidamente sensatos. Eso no me interesaba. Así que lo primero era alejarme de ese tipo de gente. El aprendizaje era en solitario. No tenía nada que preguntar. El escritor perfecto es un fantasma invisible. Nadie puede verlo, pero el tipo escucha y ve todo. Lo más íntimo y lo más secreto de cada persona, Atraviesa paredes y se mete en el cerebro y el alma de los demás. Y después escribe sin miedo. Tiene que arriesgar. El que no se atreve a llegar hasta el límite no tiene derecho a escribir. Hay que empujar a todos los personajes hasta el límite. Hay que aprender a hacerlo. Pero nadie puede enseñar cómo se hace. 

 Pedro Juan Gutiérrez, El nido de la serpiente. Barcelona: Anagrama, 2006., p. 79


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