—Las mujeres no soportan a los jóvenes, ni a los tontos, ni a los gordos, ni a los bonitos. Ese tipo de hombres no les ofrecen seguridad. Ellas quieren seguridad.
—Eso sería en la época de las cavernas, hoy en día…
—No me interrumpas y atiende. Para gustar a las mujeres hay que ser feo, flaco y serio, y tener un poco de dinero y autoridad. Y además, darle pinga todos los días, diciéndoles algo al oído. Cochinás y cosas bonitas, alternativamente.
—Yo no tengo dinero ni autoridad.
—Pero puedes dar pinga veinticuatro horas sin parar, jajajá. Eso equilibra la fórmula. Cuando ya no puedas dar tanto rabo, trata de tener dinero y autoridad. Y si no tienes nada, renuncia a las mujeres. Mírame a mí
—Las mujeres de hoy son modernas, Pedro Pablo. En tu época…
—No hay épocas. Somos animalitos. No creas el cuento de la modernidad.
—Tu fórmula es muy complicada.
—El arte de ser macho. Experiencia personal, Pedrito. Tú me ves ahora, viejo y abandonado, pero yo tuve cientos de mujeres. Hay que hacerles un nido y que se sientan protegidas. Quieren un macho eficiente. Es simple.
[…]
—No me convences, la mujer de hoy es más independiente.
—Cuentos. Mentira. Las manipulan con esas ideas. Las que se lo creen al final terminan en el siquiatra. Llegan a los cuarenta años solas, sin hijos y con la sensación de que han vivido equivocadas. No obedecieron a la naturaleza y de cabeza para la consulta de siquiatra.
—Pedro Juan Gutiérrez, El nido de la serpiente. Barcelona: Anagrama, 2006., p. 137-138
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