Más allá del ser y de su ausencia, más allá, siempre, épekenia –ahí, en ese ningún allí flota, impávida, LA DISPERSIÓN.
LA DISPERSIÓN: Es una cuestión de gusto, de nervio o víscera. ¡No le busquéis finalidad –que ella la niega, la excede siempre!
No es «lo absoluto» la dispersión sino que brota de su abolición y absolución. Es, pues, lo suelto y lo absuelto.
Un dios inocente y previo es la dispersión, un dios todavía infante que aún flota sobre las aguas en la aurora de un «primer día».
También la dispersión termina dispersándose: esa es su última y suprema trampa y su verdad. Su testamento.
La dispersión es el óxido que deteriora todo pensamiento sustancial.
No hay clausura de un pensamiento disperso.
PENSAMIENTO ENLOQUECIDO.
El pensamiento es una araña enredada en su tela. Sólo la embriaguez del genio la desenreda, y construye una red más basta.
Sólo en tiempos «racionalistas» aparece la locura calificada como «error de juicio» o como «mengua de facultades». Son épocas en las que se amputa a la razón su dimensión indómita y salvaje.
Yo no creo en nada de lo que digo, y por eso lo digo, porque lo he pensado.
DUDA METÓDICA: Si un día llego a creerme eso que pienso y digo, deberé entonces dudar de ello.
La duda, la interrogación, el distanciamiento crítico no son «puntos de partida de la reflexión filosófica», como se suele afirmar una y otra vez. Son armas de combate, bombas que hacen estallar las cadenas del pensamiento.
El exceso de razón es, «normalmente», el signo inequívoco de locura.
Carece de fondo el pensamiento cuando vislumbra el fin o palpa la materia que corre a través de sus arterias: pues es materia incandescente que se expande en destellos o chiribitas y que jamás «cuaja» o se «enfría»…
BAJO EL SIGNO DE INTERROGACIÓN.
¿Cuándo se escribirá una Crítica de la razón interrogativa?
La interrogación es solidaria del deseo (Eros entendido como tendencia o apetencia). La exclamación lo es de un Eros afirmativo entendido como gozo.
La razón interrogativa conduce sin apelación a una RESPUESTA DEFINITIVA: a Dios.
El deseo se trasciende en el orgasmo, umbral de la Muerte… El gozo es eternidad, es juego.
La filosofía intenta reducir todo supuesto; quiere partir de cero: de la ignorancia, de la duda, de la negación.
Sólo queda de negación en negación obtiene lo que secretamente ansiaba: una negación que niega la negación o una duda que ponga en duda la propia duda…
La filosofía es nihilista: construye un sólido edificio sobre el vacío como cimiento. Es un ídolo con pies de barro.
El telos filosófico siempre es un Absoluto secretamente solidario del «punto de partida»: la absoluta Nada.
La filosofía será nihilista mientras mantenga la interrogación como punto de partida.
La filosofía ha creído vanamente que la firmeza de una afirmación dependía de la autosuficiencia del objeto sobre la que ésta recaía. De ahí su búsqueda de un Absoluto.
¿Dónde está la verdad, la tierra firme, lo indudable? Todos los filósofos comienzan «ignorando» esa verdad y su paradero. Dicen «dudar de todo» o practican la «epojé», se sitúan o dicen situarse «fuera de juego».
Sólo algunos tienen la honradez y la gallardía de confesar que su duda es «metódica» y que su ignorancia es «irónica»…
Y a la postre comparece siempre el espectáculo de una tierra prometida: la Diosa abre las puertas… del palacio de la Verdad y en él se instala el filósofo.
La razón interrogativa es pensamiento moralizado: se supone el juicio, la estructura judicial. Supone «sí» y el «no»: la demarcación. Y mantiene una interna y secreta complicidad entre afirmación y negación: ésta es el espectro o sombra aquélla o el negativo del carrete, su otra faz.
La crítica de la razón interrogativa será por tanto, una genealogía de la moral en la filosofía.
NOSTALGIA Y REPETICIÓN
¡Qué gozo! Tomar un espejo y reflejar todas las cosas, divinas y humanas, el cielo y la tierra y los sentimientos y las virtudes… Eso es una filosofía ilusionista y sofística, una filosofía de artistas, en la que se juega con reflejos y con los efectos de luz…
FILOSOFÍA PESIMISTA: Aquella que implica saber y rememorar. Es siempre una ciencia crepuscular y post festum la que se propone. Es la filosofía entendida como Alka-Selkzer del espíritu.
La fuerza del Olvido regula el metabolismo de la vida.
La obsesión neurótica por la novedad «novedad» nos obligaría a una continua creación ex nihilo. Por fortuna eso que llamamos «viejo» de vez en cuando nos repite. En esto, como en todo, el estómago nos salva del infierno.
El infierno sería la repetición mecánica de lo mismo (el suplicio de Sísifo). O también la eterna destrucción de todo acto «ya vivido». Entre esas dos formas infernales se alinean las enfermedades del alma.
La poesía es la verdadera ciencia exacta: esa ciencia de lo «singular» soñada desde Aristóteles.
La poesía invierte el proceso de la ciencia: desmonta recurrencias, las leyes y las descubre, bajo las mismas, excepciones, sorpresas.
LA INOCENCIA
LA MUERTE. Es un espacio en blanco, ese separa, por ejemplo, un aforismo de otro.
Cuando una máscara se nos enquista en la piel y en lugar de despegárnosla pedimos al psiquiatra (si es existencialista) que nos la ajuste de tal modo que llegue a confundirse con la propia piel… a eso llamaría «autenticidad»: a una operación de cirugía estética.
EL ARTE DEL DISIMULO. El hombre «auténtico» se asemeja a esas bailarinas que parecen bailar desnudas… pero que en realidad están «disfrazadas» de desnudo.
Si las toca el censor, puede certificar que no es piel sino un disfraz. Aunque a veces se requiere un tacto muy fino para apreciar la diferencia.
Por favor, quiero cínicos, crueles, malvados, pérfidos, energúmenos y degenerados… todo eso que se llama escoria de la moral o detritus social…
Pero apártese de mí esa tentación y esa vecindad: la «buena fe».
Hay una cosa que no tolera ni resiste la «buena fe»: la lucidez.
La mujer no será libre mientras siga considerando secretamente al resto de las mujeres enemigos potenciales. Entre tanto, seguirá siendo un animal resentido.
ESCRITURA
Escribir es inscribir algo en la carne. Es tatuar al que lee.
El criterio de verdad de un enunciado es siempre la amplitud de su capacidad de seducción.
La buena crítica consiste en el reconocimiento de las cicatrices que ha dejado un escrito en el lector.
Hay quienes liberan su frustración de homicidas leyendo… llenan las páginas de exclamaciones, interrogaciones… (Tradúzcase: puñales, bombas…)
Se dice que la letra mata, que el leer es «empobrecerse», que el libro es el cadáver o cementerio de la idea…
Toda esa estúpida cháchara sobre la «letra impresa» olvida que sólo mata la letra si no se la toma a la letra; si no se le percibe como lo único que es: mancha física, corporeidad, carne y sangre sobre el papel… Si la tomamos literalmente, entonces nos anima y nos hiere, duele o satisface… ¡Vive!
Escribir es un acto fisiológico.
No resisto la pasión de decir al fin quien soy: soy una mano que escribe aquí, ahora, o unos dedos que atienden el momento de instalar el cigarrillo en los labios, unos labios quizás o unos pulmones; o un registro inhábil de cierto olor a humedad o la audición lejana de un lamento marítimo, soy quizás ese recuerdo de una noche de estío, noche de amor. ¿Quizá? O soy… Soy un instante, un santo y dulce instante que dispuso un Dios a su solaz, aquella noche de verano perdida entre recuerdos, pluma en mano, respirando la humedad, fumando y sin poder resistir esa pasión irrefrenable de decir al fin que soy también aquella mano, aquellos dedos, aquellos labios…
EL HILO DEL DISCURSO
El espacio que separa un aforismo de otro es una invitación a olvidar.
Hay quienes aprenden a no fingir. Y hallan en la lógica o en la «Analítica» un buen sistema para «clarificar»… ¿Clarificar qué? Quizás, si son consecuentes, su propia mentira y fingimiento, esa mentira o ese alivio al que llaman Precisión o Claridad.
LO UNO Y LO MÚLTIPLE
Las filosofías ingenuas asisten al «revelado». Las más lúcidas se hacen previamente con el «negativo» del carrete.
FUGA DE LOS CINCO SENTIDOS
El recuerdo y la evocación están asociados a ese sentido olfativo, el más sutil y sofisticado, el más «espiritual» de nuestros sentidos.
Decimos de una mujer: es rubia, morena, pelirroja; su piel es oscura o pálida. Pero esas descripciones –sobretodo las que hacen referencia a la piel– esconden secretas distinciones y deseos olfativos, gástricos.
El hombre es ese animal que hace de la animalidad su propia sombra.
O un animal enfermo y esperpéntico, capaz de negar su propia animalidad.
Y de negarse a reconocer lo que es: un cuerpo, un cuerpo sensible…
BAILE DE MÁSCARAS
Podríamos decir que la única diferencia entre el sueño y la «vida despierta» es que en ésta la fabulación es manifiestamente colectiva.
El «yo» es una instancia conceptual que menciona un fenómeno frecuente: la condensación, en una coyuntura determinada, de varias máscaras.
Un conglomerado de almas: eso es el yo.
SENTIDO DEL SENTIDO
Dialogar es intercambiar «efectos». A lo que más se parece un buen diálogo es a una buena sinfonía…
Llamaría el arte «de la mutua seducción» a ese juego del continuo engaño y desengaño al que suele llamarse, con evidente torpeza, «comunicación»…
La filosofía del absurdo es –como el «teatro del absurdo»- solidaría de la filosofía (y del teatro) del sentido. El problema no se resuelve invirtiendo los términos sino rebasando la oposición, la «barra» (/)… Alcanzar, por tanto, el «grado cero del sentido»…
PROTOCOLOS
La ciencia «moraliza» la realidad al buscarle leyes. ¡Suerte de la poesía, que la «desmoraliza» a tiempo al detectar excepciones!
La poesía no es «enseñable». El poema sólo podemos aprenderlo de memoria y repetirlo… cantando.
Los términos «desvelar», «examinar», «analizar», «penetrar», «saber» son eufemismos que disimulan otras expresiones más fuertes, son coberturas morales de actos inconfesables como «desgarrar», «amputar», «desmembrar», «violar», «desflorar»…
EL SAGRADO CAOS
El pensamiento es caos, sólo si se deja disperso se ofrece su verdadera imagen, en fragmentos, a pedazos…
LA VIDA COMO ARTE
El peor obstáculo de toda lectura inteligente es ese mal du siècle llamado «conciencia histórica».
UNA CULTURA PATÉTICA. Nuestra sociedad duplica el dolor con una sobrecarga de dolor: lo simboliza, lo hace «expresivo». Ir a cualquier hospital o asilo, hospicio o cárcel o frenopático. Veréis por todas partes, por las pareces, por las esquinas, signos alusivos al dolor. ¿Por qué los hospitales no puedes asemejarse lo más posible a una boïte? ¡Ah! Sólo sugerirlo parece blasfemo, horrísono… porque efectivamente, la propuesta atentaría la simbología del dolor. ¡Y es tan «horrible» pensar que este «valle de lágrimas» pueda convertirse en «jardín de las delicias»!
La poesía toca el cerebro de la piel.
La metafísica toca la piel del cerebro.
El aforismo o el pensamiento en su pura materialidad de escritura.
SUBVERSIÓN Y ESCAPISMO
COMO LOS SOCIALISTAS UTÓPICOS. Quienes tachan a las minorías marginales de «escapistas», ignoran que, a falta de otras fuerzas y posibilidades reales –y mientras no se pueda demostrar con hechos lo contrario- lo más sensato y lo más revolucionario es, de momento, escaparse.
¿QUIÉN PREGUNTA?
¡Conocer las cosas, ir «hacia las cosas mismas»… «Volver hacia las cosas»…! ¡Como si las cosas fueran objeto de saber… en vez de ser, como de hecho son, objetos de comer…!
¿Por qué los filósofos tienden a detener el pensamiento en un punto? ¿Cuándo aprenderán a considerar como un «punto cualquiera» del universo esas «instancias últimas» o «fundamentos» de los que siempre se reclaman?
Orientar la terapia hacia la solidificación del sujeto significa institucionalizar la represión.
TIEMPO DESMORALIZADO
El azar es «eslabón perdido» que articula dos instantáneas.
No hay continuidad que asegure el «discurrir» del caos. Sus coordinadas se hayan también plagadas de vacíos o resquebrajaduras.
La ocurrencia está siempre más allá del bien y del mal.
Siempre fracasan las relaciones amorosas por culpa de las generalizaciones. Porque intercambiamos en los juicios o en las apreciaciones expresiones como «siempre» o «nunca», o porque utilizamos con profusión el verbo ser («tú eres», «yo soy»). O también y sobre todo porque todavía juzgamos. Y es un error de juicio juzgar.
Nietzsche era desde luego el Anticristo. Nadie hizo tan a fondo la misma experiencia de Cristo en Getsemaní. Nadie sufrió tanto en su cuerpo y en su alma. Ningún cuerpo se hallaba en situación tan idónea para negarse a tiempo y afirmarse fuera del tiempo…
DEMARCACIÓN Y DIFERENCIA
ESTRAGOS DE UNA ESTÉTICA. No nos exhibimos tal como presentimos ser, por miedo a ser o aparecer poco monstruosos.
Y, sin embargo, la alteridad fascina del mismo modo como fascinan secretamente los monstruos.
Toda cuestión implica siempre una respuesta, en la que el «sí» es secretamente cómplice del «no».
— Eugenio Trías, La dispersión (Ediciones Destino: Barcelona, 1991)
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